¿A qué le tienes miedo?

miedo

Todos tenemos miedo. Miedo a crecer. Miedo a exponernos. Miedo a estar solos. Miedo a fallar.

Miedo al fracaso.

Quizás no te das cuenta. Quizás prefieres ignorarlo. Pero lo más probables es que tienes algún miedo en alguna parte de tu vida. La pregunta es, ¿Prefieres ignorar el miedo, o enfrentarlo directamente?

A eso cuando tenía 10 años iba a un colegio que para muchos era “liberal”. Tenía un gran terreno con muchos árboles (un bosque para los que nos criamos en Arica), pocas reglas y harta libertad, perfecto para un niño tímido pero inquieto con muchos amigos.

Un día durante las celebraciones de aniversario del colegio, teníamos un concurso de imitaciones donde un compañero se  disfrazaría de Superman y actuaría en el escenario. 10 minutos antes del show mi amigo se pone a llorar y se niega a disfrazarse para actuar. Después de que nadie quiere tomar su lugar me insisten para que yo lo haga. Un poco reticente, acepto. Me disfrazo -un disfraz azul con rojo que parece un pijama apretado, un poco de laca en el cabello, una capa ondeando al viento- y me subo al escenario.

Como era algo repentino claramente no tenía nada ensayado, ni siquiera había pensado qué decir. Todo el colegio estaba esperando a que hiciera algo, por lo que me pongo a correr y saltar a lo largo del escenario gritando ¡soy Superman, soy Superman! Lo que siguió después de un silencio impaciente fue un torrente de risas de cientos de chicos, chicas y profesores de la escuela. Risas y burlas por lo que pareció una eternidad mientras me quedo paralizado en el escenario.

Desde ese día tuve un profundo miedo escénico. Mi trauma se fue acentuado por problemas de modulación vocal -provocado en parte por enfermedades crónicas en la garganta y haberme criado con acento alemán- que hacía difícil entender lo que decía. No podía hablar en público o estar delante de muchas personas, ni siquiera podía presentar delante de la clase sin mirar al piso.  Ese miedo y ansiedad me siguió hasta la universidad. A los 21 años decidí que eso no podía seguir así.

Al principio lo que hice fue adquirir práctica. Cómo presentar mejor, cómo modificar la voz y tono para expresar diferentes ideas, etc. Me metí a talleres de oratoria y cursos de liderazgo para aprender más. Sin embargo, la práctica en un ambiente controlado no es lo mismo que estar en un escenario delante de cientos de personas. Para enfrentar mi miedo tenía que salirme de la comodidad, por eso mismo decidí meterme en política universitaria, en el sector que es contrario al 95% de los políticos que participan en la universidad. Esto me expuso a presentar ideas sumamente impopulares en asambleas con cientos de personas, efectivamente recibiendo insultos, burlas y respuestas contrarias. Al principio fue duro, pero de a poco mi miedo fue desapareciendo. Ya no tenía miedo de presentar delante de un público. Entre ese día y hoy he presentado mis ideas delante de cientos de personas, he defendido mi negocio delante de jurados e inversionistas jugándome muchos miles de dólares y he improvisado presentaciones de tesis en el minuto. Hoy en día  disfruto profundamente hacer talleres y charlas delante de muchas personas compartiendo lo que he aprendido y ayudando a otros.

Nuestros temores parecen ser todo en un momento. Pero el miedo no es más que una respuesta evolutiva. Hace miles de millones de años, nuestros antepasados premamíferos desarrollaron  el miedo para huir y esconderse de depredadores. Posteriormente en neandertales el miedo se expresaba en un aceleramiento del corazón y pulmones,  pérdida de vista periférica, liberación de energía para usar en músculos y rápido movimiento de ojos para rápidamente escapar o encontrar refugio a salvo de animales feroces. Los temerosos tenían más posibilidades de sobrevivir en comparación al que intentaba enfrentarse a un tigre solo. El miedo a morirnos de hambre nos permitió buscar comida donde sea. El miedo a la oscuridad nos permitió sobrevivir alrededor de un fuego.

Eso no es lo que pasa ahora. Nuestras respuestas biológicas a los peligros de hace millones de años atrás que nos permitió sobrevivir como especies, hoy en día nos frenan. Para la gran mayoría de las personas del mundo occidental, no existe el peligro de animales salvajes, o el peligro de morirnos de hambre. Ninguno de nuestros miedos del día a día es mortal. En vez de eso nuestros miedos del día a día son existenciales en el mejor de los casos, o simplemente irracionales o triviales. Cuantas personas se han muerto por ocupar los zapatos equivocados o por ser rechazado por otra persona en un bar.

¿Y por qué enfrentarnos a nuestros miedos?

¿Podemos vivir ignorándolo? Claro. Pero lo interesante es que muchas veces, el miedo es lo que nos obstaculiza el camino a lo que más queremos en la vida. El miedo al fracaso siempre está detrás. El miedo a quedarnos pobres, solos y enfermos.

¿Hay algo que te separa de aquello que realmente quieres? ¿A qué le temes?

¿Y cuánto de ese miedo es fundamentado? Si hacemos algo que tememos, ¿qué es lo peor que puede pasar?

Seneca, un reconocido y acaudalado filósofo estoico romano, tenía la práctica de pobreza. Frecuentemente, por unos cuantos días vivía comiendo lo mínimo, ocupando la misma ropa toda la semana y renunciando a cualquier lujo por más mínimo que sea. Y constantemente se repetía, ¿Es esta la condición que temía?

“Pon a un lado un cierto número de días, durante los cuales deberás estar satisfecho con lo más escaso y más barato, con ropa tosca y andrajosa, diciéndote a ti mismo constantemente: “¿Es esta la condición que temía?” — Lucius Annaeus Seneca

Por qué le tienes miedo a lo que todavía no es. Hay dos posibilidades, que nos atormente el presente, o que nos atormente el futuro. Si es el presente, puedes evaluar que tan mal es y encargarte de ello. Si conservas tu libertad y salud, ¿qué tanto te afecta? En tanto, lo que habita en el futuro, es tan solo supuestos de lo que puede pasar. Muchas veces nos atormenta más la propia imaginación que la realidad. Vivimos pensando en el futuro, en acontecimientos que no han pasado y posiblemente nunca lleguen a ser. ¿Cuánto de tu pensamiento diario está enfocado en el futuro en vez del presente?

Imagínate que actúas sobre lo que temes y pasa lo peor. La más mala de las suertes. La peor desgracia que te puedas imaginar. ¿Puedes visualizarlo? ¿Ponerte en esa posición?

¿Qué tan mal es? ¿Es una condición tan extrema realmente? ¿Tu persona se ve afectada de forma irremediable?

¿Hay alguna forma que te puedas recuperar? ¿Qué tan difícil es volver a tu situación actual? Verás que esto que tanto temes, es siempre soportable y/o corregible.

El peor de los resultados -lo que más temes- no es tan tormentoso, solo tu interpretación del evento marca la diferencia. Puedes elegir someterte a tus emociones primales y dejarte llevar por el miedo y la ansiedad, o elegir permanecer impasible y sereno. No hay razón para dejar que tus miedos te controlen. Vivir en el miedo te paraliza, y te conformas a vivir sin explorar todo tu potencial.

La práctica de controlar tu miedo y aventurarte a superarlo es clave. Es lo que conocidamente le dicen a salir de tu zona de confort. Créate el hábito de salir de tu zona de confort y enfrentarte a tus miedos, y vivirás una vida más auténtica y amplia. Muy frecuentemente, es el miedo lo que te bloquea entre tu situación actual y tu mejor persona. Pero como todo obstáculo, es enfrentarnos a este lo que nos fortalece. Porque si nuestro cuerpo y mente está enfocado en sobrepasar el miedo, podemos superar las barreras de lo que pensamos posible.

“Nuestras acciones pueden ser impedidas… pero nada puede impedir nuestras intenciones o disposiciones. Ya que podemos acomodarnos y adaptarnos. La mente se adapta y convierte a sus fines propios el obstáculo de nuestros actos. El impedimento a la acción avanza la acción. Lo que se interpone en el camino se convierte en el camino.”  ― Marcus Aurelius, Meditations

Marcus Aurelius lo resume perfecto en su cita. Nuestra capacidad para acomodarnos y adaptarnos nos permite tomar un camino de constante progreso. Nos crea la práctica de no ignorar lo que tememos, y en vez de eso convertirlo en nuestra fuente de acción. Lo que nos frena e impide nuestras acciones, se convierte en propósito para superarnos y crecer. Es en el acto de superar nuestros miedos y obstáculos, donde más oportunidad tenemos de crecer.

¿A qué le tienes miedo?

 

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